sábado, marzo 07, 2009

Mis recuerdos del Misericordista

No se por que, pero esta noche se me dió por recordar a mi querido Colegio y Liceo Misericordista. En realidad nunca lo olvidé, pero hoy lo recuerdo con mucho más fuerza.
Comencé allí en primero de escuela, con 5 años, hice toda la primaria, secundaria, bachillerato y después di clases de biología por un año.
Hoy tengo 47 años y puedo decir, con toda propiedad, que aún sigo aplicando lo que aprendí en el Mise. No sólo lo curricular, también, y más que nada, los valores.
¡Como no recordar con tanto cariño a los maestros y profesores!
Mi maestra de primero, Susana Fossati, puro cariño.
Mi maestro de segundo, Luis Taboada. Creo que era paraguayo, grandote (o por lo menos yo lo veía así). Un día que había faltado mi maestra de primero y yo no quería ponerme en la fila le dije "yo no voy porque Ud. no es mi maestro"... en realidad yo era un niño muy dócil, pero me salió decirle así. Me levantó de un brazo en el aire y me puso en la fila. Pero era realmente bueno, actuaba con autoridad, no con autoritarismo (valga la frase hecha).
Mi maestro de tercero y de cuarto: el hermano Camilo, italiano, era bastante mayor y muy, muy culto. Y sabía realmente transmitir sus conocimientos.
Y en quinto y sexto, el hermano Carlos. Un argentino que era un verdadero personaje. Muchos lo recordarán por su defecto físico (le faltaba una mano), pero yo más que nada lo recuerdo porque era un maestro de escuela y un maestro de vida, siempre dispuesto a escuchar, aconsejar, comprender, ayudar. Y los más díscolos se acordarán de la suegra y de la novia, sus cañas (la suegra gorda y la novia finita) con la que tocaba a los que no se portaban como era debido.
Junto a ellos, desde la dirección, el hermano Enrique, el hermano Jorge, el hermano Faustino, a quien no llegué a tener como maestro, y otros a quienes conocí más en la época del liceo.
Al comenzar la secundaria, el colegio se hizo mixto... antes éramos todos varones. El primer día de clases estábamos todas las niñas de un lado y todos los varones del otro... hasta que llegó Fugazot y nos ordenó sentarnos uno y uno... ¡que vergüenza nos daba!
Allí comencé a tener más trato con Hugo Fugazot y con Susana González, a quienes recuerdo con muchísimo cariño.
Mis profesores de Biología, Vicente Pírez y Omar Fugazot (hermano de Hugo), que tuvieron definitiva influencia en mi vocación por la medicina.
Reina Stupino, la profesora de música.
Nany Suárez en geografía, Freire en matemáticas... y unos cuantos más cuyos nombres lamentablemente no alcanzo a recordar (y unos pocos, muy pocos, de los que prefiero no acordarme).
La inolvidable experiencia del coro, con el que ganamos varios concursos, dirigidos por otra Reina (no recuerdo el apellido).
Rebellato y el fantástico grupo de historia. Una experiencia fantástica. Recorrimos todo el interior, con uniformes de soldados de la época colonial, salíamos en los diarios, hicimos guardia y guiábamos en el Cabildo de Montevideo, aprendimos, nos divertimos, nos "soltamos" de nuestros padres... en fin, crecimos. De Rebellato nunca supe más nada, creo que se había ido para España. Todos le envidiabamos la moto que tenía, una Zanella negra preciosa.
Y, por supuesto, los compañeros, algunos de ellos "de toda la vida", desde la escuela: Adriana Correa, Susana Montero, Isabel Iglesias, Lilián Carrasco, Sandra Marotta, Dorita Palumbo, Analía Denis, Silvia López, Ermitas Moreira, Mirta de la Cruz (¡mi compañera de banco!), Loreley Pera, Myriam López, Héctor Jueguen, Edgardo Franqui, Carlos Olivera, Jorge Cocchiararo, Alfredo Delpréstito (o "del puestito" como le decíamos nosotros), Alberto Méndez, Fernando Férnandez, Pablo Caligiuri, Gerardo Confalonieri, Gabriel de Souza, Sergio Isola, Antonio Abelenda, Sylvia Calcagno, Bibiana Bidegaray (del Humanístico, yo estaba en biológico)... y perdón a todos los que no me vienen a la mente ahora.
Teníamos una barrita con la que todos los sábados íbamos a los bailes de Lulo Loureiro, generalmente a Galería Cristal o a veces a otros lados, íbamos Carlos, Lilián y su hermana Silvia y a veces se agregaba alguno más. Los domingos nos íbamos al Club Colón (porque pasaban rock, en cambio los sábados era baile de cumbia, que odiábamos). A la vuelta, hacíamos tiempo hasta las 7, porque en el Bar Rover, de San Martín y Propios, sacaban bizcochitos caseros, calentitos...
Cuando teníamos horas puente en el liceo, nos escapábamos a la casa de Franqui a escuchar rock... allí aprendí a apreciar a Deep Purple, que aún hoy me gusta.
Por esa época, también empezaba a picar por primera vez el bichito del amor, a veces con compañeras de otras clases (no voy a dar nombres, porque soy un caballero...). Me acuerdo que a veces dejábamos cartitas anónimas pegadas en la parte de abajo de los bancos, con la esperanza de que en el otro turno se sentara allí una chica bonita, ¡cuanta ingenuidad!.
¿Cómo se va a olvidar uno de eso? El colegio fue sin dudas, un segundo hogar, pasé ahí casi la cuarta parte de mi vida, aprendí cosas y viví experiencias que me van a acompañar por el resto de mis días.
Bonfiglio y la cantina (hasta futbolito tenía), González, la librería, el árbol de grafiones ("cerezo") que se veía desde el muro del patio (¿todavía estará?)...
Nada... sólo quería escribirlo y compartirlo con ustedes y que si alguien de los que mencioné lo llega a leer, sepa que los recuerdo con todo mi afecto y cariño.