miércoles, noviembre 28, 2012

El libro de la vida

Me gusta imaginarme la vida cuál si fuera un libro, que se va escribiendo a través de los años.
Cada etapa de nuestra vida, la infancia, la adolescencia, la adultez, la madurez, la vejez, es un capítulo de este libro.
El pasaje de una etapa a la otra implica cerrar un capítulo, dar vuelta la página y comenzar uno nuevo.
Pero, al igual que en un libro, nada impide volver atrás y releer lo que ya está escrito, volver a pensarlo y actuar para que la transición entre un capítulo y otro sea fluida y disfrutable y el libro, en general, nuestra vida, sea una unidad indivisible donde todo está conectado.
Este libro de nuestra vida tiene muchos autores, y tiene la particularidad de que las últimas páginas no están escritas por nosotros, sino por nuestros hijos y nietos, con el legado de vivencias y emociones que les habremos dejado.
Estas serán a la vez el epílogo de nuestro libro y el prólogo del de ellos.

El fruto y el árbol.

(Inspirado en un trabajo realizado por mi hija mayor, próxima a finalizar su ciclo escolar).

Cuentan que había una vez un árbol, que comenzó siendo una pequeña semilla, luego un pequeño retoño, hasta que creció y dió frutos.
Y un día esos frutos maduraron, y debieron desprenderse del árbol.
Uno de esos frutos le dijo "Hasta pronto, querido árbol, andaré por aquí cerca y mis semillas harán crecer otros bonitos árboles, parecidos a tí".
El árbol le respondió "Me cuesta desprenderme de tí, pero te formé y te ayudé a madurar, y ha llegado el momento de que seamos independientes, físicamente estaremos separados, pero tu siempre tendrás algo de mí, y yo de tí."
Otro de los frutos dijo: "Yo no me quiero separar" y por más que el árbol insistió, insistió e insistió, el se quedó colgado de una de las ramas. Y sólo sirvió para crear un peso en esa rama, y sus semillas nunca dieron vida a nuevos árboles.
Hoy hay un monte de árboles, en cuyo centro se encuentra el viejo árbol, ya sin frutos y con sus ramas vacías, rodeado de otros árboles y sus retoños. Y florecen en cada primavera recordando que la vida es un ciclo, que se repite una y otra vez y perdura en nuestros frutos.