El vértigo de nuestras vidas, muchas veces no nos deja disfrutar del día a día. Muchas veces invertimos muchas de nuestras veinticuatro horas de hoy en soñar con lo que no alcanzamos o en lamentar lo que perdimos, en lugar de dedicar ese tiempo a disfrutar lo que tenemos y que quizá no dure para siempre. Hay veces en que la felicidad es efímera y tenemos que poseer la disposición espiritual para disfrutarla en el aquí y ahora en que ella se produzca.
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